Por años, rumbo a mi trabajo, crucé la plaza Malvinas Argentinas. Ella lleva el nombre de unas islas ubicadas al sur del continente argentino, cercanas a la Antártida pero usurpadas por los británicos. Allí se concentran, para los actos oficiales, las escuelas y organismos gubernamentales asociándola con la guerra del año 1982. Y es que la agrupación de ex combatientes rememora la fecha y continúa reclamando las promesas de índole económicas por sobrevivir a aquél fatídico evento. Sin embargo, el ciudadano común no conoce el trasfondo histórico de la plaza y cree que allí hubo un cementerio. Esa es la razón por la cual la denomina: la plaza del Cementerio Viejo.
Ella está ubicada a una cuadra de la Escuela Técnica en la
que fui docente por veintiséis años y a cinco cuadras de mi domicilio. Era mi
recorrido diario y no había prestado atención a un mural desteñido, actualmente
rediseñado, sin leyenda alguna o referencia a su representación muy bien
graficada. Allí aparecen escenas de rostros aterrorizados, caballos
desplomados, herramientas de cultivos y niños abandonados en charcos de su
propia sangre. Los fines de semanas cientos de familias pasan sus tardes
descansando en reposeras mientras sus niños trepan los juegos allí instalados.
Unos pocos, los mayores y medianamente informados, conocen esa fatídica
historia: una masacre ocurrida en Oberá
en al año 1936.
En esta bien denominada masacre, un grupo de campesinos desarmados
y vestidos de domingo, junto a sus mujeres y niños, se desplazaba por la calle
principal. Allí fueron interceptados por la policía armada. Bajo la falsa sospecha
de que dentro de los manifestantes habían
grupos de comunistas, los militares atacaron con armas y los diezmaron. Este
enfrentamiento sangriento orquestado por el gobierno provincial y algunos
terratenientes continuó por varios días. Asesinaron y violaron a las mujeres y
niñas quienes intentaron esconderse en medio del monte y chacras (tierras de
cultivo) aledañas.
Por décadas se intentó silenciar semejante matanza, entre
la desmemoria oficial, instalada por los
gobiernos de turno y el miedo que toda masacre deja sembrada. Una y otra vez
las dictaduras han ido dejando sus marcas en el pueblo argentino y las
represiones se reinventan y actualizan bajo formas crueles, salvajes y
aberrantes. Así en diferentes países latinoamericanos.
Al no ser oriunda de esta ciudad, desconocía totalmente
este hecho y para mi sorpresa, muy pocas personas estaban al tanto. Tampoco leí
en algún texto escolar alguna referencia, ni hablar dentro del ámbito educativo
tampoco alguna alusión en las efemérides
escolares. Lo que no se menciona, no
existe.
Dice un profesional de la salud de esta localidad cuyos padres
eran campesinos, Luis Alfonso Sak de 66 años – “Jamás escuché de boca de mis padres o de algún vecino mencionar este
hecho."
Al respecto dirá hacia el año 1994, Daniel Peczack (88
años), gremialista por los derechos de
los plantadores de yerba mate y del agro en general :
“El
caso era que había pasado algo y sólo hablaban los viejos casi cuchicheando el
tema, uno no podía sacar más información y tampoco podía hablar mucho de
eso. Todos creían que si hablaban iban a
ser reprimidos. Uno escuchaba ´por ahí una versión, y por ahí otra, pero no se
podía calificar bien el tema. Había un clima de miedo, cualquier otro tema que
se hablaba no había problemas pero el que hablaba de esto a veces lloraba, era
un tema tabú que infundía mucho miedo.” (Daniel Peczack en: Silvia
A.Waskiewicz,2005, pág. 32)
En Misiones la producción historiográfica se centra en las
historias de los pueblos, intentando desentrañar los relatos de sus fundadores
(mayormente inmigrantes europeos), la llegada y el asentamiento de los primeros
pobladores. Hay una vacancia en investigación histórica que se empieza a
revertir con los trabajos en ámbitos académicos universitarios. El problema de
las fuentes ha sido, por años, un verdadero obstáculo debido a los procesos de
estructuración y desestructuración y los conflictos agrarios junto con la
inestabilidad institucional. Será recién hacia 1983, con el regreso de la
democracia en la República Argentina, en que se podrán descorrer puertas para
acceder a las voces y explorar algunos silencios de la historia.
Cristina W., hija de una testigo, dijo –
Mamá nos prohibió hablar sobre ese tema.
Nos impuso que no lo mencionáramos.
Cristina y su madre, son maestras. La mayor, ya jubilada y actualmente con
noventa años, fue criada dentro de una familia eslava, dueños de una chacra
(hacienda, campo) en el que cultivaban yerba y animales para su subsistencia. Prefiere
que no se la nombre y he prometido no mencionar su apellido. Continúa diciendo
- “ pequeña cuando sucedió el
enfrentamiento y mi memoria falla” - como dice ella o quizá sea una excusa
para no dar pormenores. Recurrir a la memoria se hace indispensable y es una
referencia ineludible para un historiador, teniendo en cuenta lo que es
expresado y aquello que es silenciado. La memoria actúa de manera extraña
muchas veces. Como un laberinto afirma Philppe Lejeune. Y el investigador
deberá orientarse en ese laberinto tomando alguna referencia para analizar
testimonios y documentos que le lleven a la salida. Sin embargo, entre las
pistas de la que debe aferrarse el investigador, es inevitable inferir los
sentimientos detrás de lo dicho. Tal es el caso de Daniel Peczack párrafos arriba. Los silencios
tienen su peso, las omisiones voluntarias o no, cuentan tanto como los
testimonios orales. Y en este suceso hay mucho silencios, ignorancia de un
pasado no tan lejano y la fuerza de la voluntad institucional para hacer como
que no ha existido. Pero lo que se intentó sellar a fuerza de intimidación y
sangre, empieza a escurrirse tras la búsqueda de identidad de un pueblo
multicultural deseoso de conocer sus orígenes.
Recuerdo haber compartido una mesa con
la hija del director de orquesta Ricardo Vuori, fallecido en año 2013. Era un
agasajo recordándolo tras su muerte. Este músico, autodidacta, había inmigrado
en brazos de su madre con siete meses de vida tras la Segunda Guerra Mundial. Historia
repetida como la de tantos otros que fueron adoptados por este país. Tuvo un
profuso trabajo como director de orquesta y vivió, hasta su descanso eterno, en
Oberá. Tenía una chacra pequeña y recibía allí a quienes deseaban aprender
algún instrumento, particularmente el violín. Varios músicos locales llevan su
sello en su formación musical. Ricardo Vuori había sido distinguido con la
medalla de oro por el gobierno de Finlandia,
por un tango de su autoría para su país de origen. Y fue un testigo de la
masacre de 1936. Había sido traductor e intermediario entre los campesinos y agentes del gobierno
local debido a su conocimiento del idioma eslavo. Y esto fue secretamente
comentado por su hija en aquella cena de agasajo. Recuerdo sus palabras: “ Papá hacía de traductor para ... y había
escuchado rumores de que iba a haber una represión durante la marcha de los
colonos. Papá estaba empecinado en ir y mamá le suplicó que no fuera porque
tenía un presentimiento muy feo. Ella se tiró al piso suplicando que no se fuera
porque no quería quedar viuda con tantos hijos.
Y así fue. Papá no hubiera sobrevivido.”
Casi todos los descendientes directos de las
víctimas han fallecido. A propósito de un trabajo de investigación, intenté
comunicarme con uno de ellos, de 96 años. Pero la pandemia del COVID alejó
totalmente mis intenciones.. Al ser una ciudad pequeña, me han dicho y no sé si
como excusa, se priorizó la protección de las identidades para evitar los
conflictos entre las familias. Hoy día conviven nietos y bisnietos de las
víctimas y los victimarios Con ese
pretexto, aparentemente justificado, se ha enterrado esta historia.
Durante el pasado año consulté a una
periodista del diario más importante de la provincia, El Territorio. Ella,
Nazarena Torres, es cronista del ámbito rural local y provincial y orgullosamente
menciono que fue mi alumna del secundario. Me comuniqué por whatsApp, pues su
tesis de licenciada en Comunicación Social fue sobre el encubrimiento de este
hecho.
Yo: "Buen
día Nazarena. Te consulto porque estoy elaborando un escrito sobre la Masacre
de Oberá y recordé que lo habías elegido como tema de tu tesis de licenciatura.
¿Por qué decidiste investigar sobre este tema?”
[0:47
p. m., 27/2/2023] Nazarena Torres: "La verdad es que siempre estuve muy
enfocada a investigar y trabajar temas sobre la ruralidad misionera. Incluso en
mis notas del diario apunto mucho a este sector. Cuando empecé a profundizar en
la historia me encontré con este suceso que conocía poco y nada y fue eso lo
que me llamó la atención. El hecho de haber tenido poca información sobre la
masacre de Oberá durante mi etapa escolar, siendo yo justamente de Oberá.”
[0:47
p. m., 27/2/2023] Nazarena Torres: “Me pareció injusto que otros hechos
similares se recuerden en el país y algo tan significativo para nosotros no sea
ni siquiera enseñado en las escuelas y empecé mi investigación por allí. Para
la tesis entrevisté a la autora del libro y es realmente increíble lo que tuvo
que hacer para poder recrear lo que ocurrió. Se nos diluye entre los dedos la
historia y no nos damos cuenta”.
Yo:"¿Qué
te parece que ni siquiera la plaza lleva el nombre de Masacre de Oberá o haya
alguna alusión a ella?”
[0:50
p. m., 27/2/2023] Nazarena Torres: “Empezando porque esa plaza debería
conmemorar también con su nombre el hecho (opinión totalmente personal). Hay diferentes plazas en Oberá que pudieran
llamarse Malvinas y conmemorar a nuestros veteranos, pero solamente una, esa
plaza en cuestión, es la que esconda los hechos atroces que se vivieron en esa
época.”
Hacia el año 1994, en una de las paredes del edificio de la
Seccional de Bomberos, se pintó un mural. Fue en el marco del segundo Encuentro
de Muralistas del Nordeste Argentino, organizado por la Facultad de Artes de la
Universidad Nacional de Misiones (UnaM). La pintura estaba sobre una pared
lindante a la Terminal de ómnibus de la ciudad. Siempre muy transitada pero
pocas veces percibida. La dejaron descolorarse, para finalmente y tras la
excusa de renovar el espacio, la quitaron definitivamente.
Roberto Díaz, artista y docente fallecido, fue uno de los
creadores del mural y hubo recordado :
“Cuando
planteamos el tema en el encuentro nos dijeron que iba a ser difícil , que el
terma era muy delicado y todas esas indirectas, las mismas personas mayores que
organizaban el encuentro... se va a meter
en un tema difícil. Bueno, entonces eso fue el disparador para decir
“hacemos esto”. En: Silvia A.Waskiewicz,2005, pág. 137)
Los reclamos por las
explotaciones a los plantadores del agro, continúan. Al igual que en 1936
quienes más sufren son los pequeños colonos, dueños de pocas tierras de
cultivo, quienes llevan sus productos a los dueños de secaderos o molinos. Las
manifestaciones también, algunas de mayor resonancia que otras, como el
tractorazo del 29 de mayo de 2001. Esta fue la primera movilización de
tractores de Oberá. Siempre en reclamos por mejores pagos por el trabajo con la
yerba mate. Esto dio origen al INYM ( Instituto Nacional de la Yerba Mate).
Fueron 200 tractores que se instalaron frente a la casa de gobierno de Posadas,
capital de la provincia.
La investigación de Silvia Andrea Waskievicz que devino en
el libro La masacre de Oberá (2005), fue
construida a partir de documentos,
recortes de periódicos de la época, fuentes orales y testimonios, como ella lo
afirma. El mutis impuesto no pudo continuar siendo silenciado. La mordaza
empezó a desatarse a partir del deseo de
los descendientes por completar la historia, por conocer su identidad. Ha
quedado en la memoria eslava una canción
cuya traducción sería: “...fuimos
por pan y nos dieron balas”. Esta es
la historia de la plaza de mi ciudad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario