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miércoles, 20 de marzo de 2024

La mordaza tras la masacre de Oberá. Una comunidad silenciada por el pacto de terror.


Por años, rumbo a mi trabajo, crucé la  plaza Malvinas Argentinas. Ella lleva el nombre de unas islas ubicadas al sur del continente argentino, cercanas a la Antártida pero usurpadas por los británicos. Allí se concentran, para los actos oficiales, las escuelas y organismos gubernamentales asociándola con la guerra del año 1982. Y es que la agrupación de ex combatientes rememora la fecha y continúa reclamando las promesas de índole económicas por sobrevivir a aquél fatídico evento. Sin embargo, el ciudadano común no conoce el trasfondo histórico de la plaza y cree que allí hubo un cementerio. Esa es la razón por la cual la denomina: la plaza del Cementerio Viejo.

Ella está ubicada a una cuadra de la Escuela Técnica en la que fui docente por veintiséis años y a cinco cuadras de mi domicilio. Era mi recorrido diario y no había prestado atención a un mural desteñido, actualmente rediseñado, sin leyenda alguna o referencia a su representación muy bien graficada. Allí aparecen escenas de rostros aterrorizados, caballos desplomados, herramientas de cultivos y niños abandonados en charcos de su propia sangre. Los fines de semanas cientos de familias pasan sus tardes descansando en reposeras mientras sus niños trepan los juegos allí instalados. Unos pocos, los mayores y medianamente informados, conocen esa fatídica historia: una  masacre ocurrida en Oberá en al año 1936.

En esta bien denominada masacre, un grupo de campesinos desarmados y vestidos de domingo, junto a sus mujeres y niños, se desplazaba por la calle principal. Allí fueron interceptados por la policía armada. Bajo la falsa sospecha de que dentro de los  manifestantes habían grupos de comunistas, los militares atacaron con armas y los diezmaron. Este enfrentamiento sangriento orquestado por el gobierno provincial y algunos terratenientes continuó por varios días. Asesinaron y violaron a las mujeres y niñas quienes intentaron esconderse en medio del monte y chacras (tierras de cultivo) aledañas.

Por décadas se intentó silenciar semejante matanza, entre la desmemoria oficial,  instalada por los gobiernos de turno y el miedo que toda masacre deja sembrada. Una y otra vez las dictaduras han ido dejando sus marcas en el pueblo argentino y las represiones se reinventan y actualizan bajo formas crueles, salvajes y aberrantes. Así en diferentes países latinoamericanos.

Al no ser oriunda de esta ciudad, desconocía totalmente este hecho y para mi sorpresa, muy pocas personas estaban al tanto. Tampoco leí en algún texto escolar alguna referencia, ni hablar dentro del ámbito educativo tampoco alguna alusión en las  efemérides escolares. Lo que no se menciona,  no existe.

Dice un profesional  de la salud de esta localidad cuyos padres eran campesinos, Luis Alfonso Sak de 66 años – “Jamás escuché de boca de mis padres o de algún vecino mencionar este hecho."

Al respecto dirá hacia el año 1994, Daniel Peczack (88 años),  gremialista por los derechos de los plantadores de yerba mate y del agro en general :

“El caso era que había pasado algo y sólo hablaban los viejos casi cuchicheando el tema, uno no podía sacar más información y tampoco podía hablar mucho de eso. Todos creían  que si hablaban iban a ser reprimidos. Uno escuchaba ´por ahí una versión, y por ahí otra, pero no se podía calificar bien el tema. Había un clima de miedo, cualquier otro tema que se hablaba no había problemas pero el que hablaba de esto a veces lloraba, era un tema tabú que infundía mucho miedo.” (Daniel Peczack  en: Silvia A.Waskiewicz,2005, pág. 32)

En Misiones la producción historiográfica se centra en las historias de los pueblos, intentando desentrañar los relatos de sus fundadores (mayormente inmigrantes europeos), la llegada y el asentamiento de los primeros pobladores. Hay una vacancia en investigación histórica que se empieza a revertir con los trabajos en ámbitos académicos universitarios. El problema de las fuentes ha sido, por años, un verdadero obstáculo debido a los procesos de estructuración y desestructuración y los conflictos agrarios junto con la inestabilidad institucional. Será recién hacia 1983, con el regreso de la democracia en la República Argentina, en que se podrán descorrer puertas para acceder a las voces y explorar algunos silencios de la historia.

Cristina W., hija de una testigo, dijo – Mamá nos prohibió hablar sobre ese tema. Nos impuso que no lo mencionáramos. Cristina y su madre, son maestras. La mayor, ya jubilada y actualmente con noventa años, fue criada dentro de una familia eslava, dueños de una chacra (hacienda, campo) en el que cultivaban yerba y animales para su subsistencia. Prefiere que no se la nombre y he prometido no mencionar su apellido. Continúa diciendo - “ pequeña cuando sucedió el enfrentamiento y mi memoria falla” - como dice ella o quizá sea una excusa para no dar pormenores. Recurrir a la memoria se hace indispensable y es una referencia ineludible para un historiador, teniendo en cuenta lo que es expresado y aquello que es silenciado. La memoria actúa de manera extraña muchas veces. Como un laberinto afirma Philppe Lejeune. Y el investigador deberá orientarse en ese laberinto tomando alguna referencia para analizar testimonios y documentos que le lleven a la salida. Sin embargo, entre las pistas de la que debe aferrarse el investigador, es inevitable inferir los sentimientos detrás de lo dicho. Tal es el caso de  Daniel Peczack párrafos arriba. Los silencios tienen su peso, las omisiones voluntarias o no, cuentan tanto como los testimonios orales. Y en este suceso hay mucho silencios, ignorancia de un pasado no tan lejano y la fuerza de la voluntad institucional para hacer como que no ha existido. Pero lo que se intentó sellar a fuerza de intimidación y sangre, empieza a escurrirse tras la búsqueda de identidad de un pueblo multicultural deseoso de conocer sus orígenes.

Recuerdo haber compartido una mesa con la hija del director de orquesta Ricardo Vuori, fallecido en año 2013. Era un agasajo recordándolo tras su muerte. Este músico, autodidacta, había inmigrado en brazos de su madre con siete meses de vida  tras la Segunda Guerra Mundial. Historia repetida como la de tantos otros que fueron adoptados por este país. Tuvo un profuso trabajo como director de orquesta y vivió, hasta su descanso eterno, en Oberá. Tenía una chacra pequeña y recibía allí a quienes deseaban aprender algún instrumento, particularmente el violín. Varios músicos locales llevan su sello en su formación musical. Ricardo Vuori había sido distinguido con la medalla de oro  por el gobierno de Finlandia, por un tango de su autoría para su país de origen. Y fue un testigo de la masacre de 1936. Había sido traductor e intermediario  entre los campesinos y agentes del gobierno local debido a su conocimiento del idioma eslavo. Y esto fue secretamente comentado por su hija en aquella cena de agasajo. Recuerdo sus palabras: “ Papá hacía de traductor para ... y había escuchado rumores de que iba a haber una represión durante la marcha de los colonos. Papá estaba empecinado en ir y mamá le suplicó que no fuera porque tenía un presentimiento muy feo. Ella se tiró al piso suplicando que no se fuera porque no quería quedar viuda con tantos hijos.  Y así fue. Papá no hubiera sobrevivido.”

 Casi todos los descendientes directos de las víctimas han fallecido. A propósito de un trabajo de investigación, intenté comunicarme con uno de ellos, de 96 años. Pero la pandemia del COVID alejó totalmente mis intenciones.. Al ser una ciudad pequeña, me han dicho y no sé si como excusa, se priorizó la protección de las identidades para evitar los conflictos entre las familias. Hoy día conviven nietos y bisnietos de las víctimas y los victimarios Con ese pretexto, aparentemente justificado, se ha enterrado esta historia.

Durante el pasado año consulté a una periodista del diario más importante de la provincia, El Territorio. Ella, Nazarena Torres, es cronista del ámbito rural local y provincial y orgullosamente menciono que fue mi alumna del secundario. Me comuniqué por whatsApp, pues su tesis de licenciada en Comunicación Social fue sobre el encubrimiento de este hecho.

Yo: "Buen día Nazarena. Te consulto porque estoy elaborando un escrito sobre la Masacre de Oberá y recordé que lo habías elegido como tema de tu tesis de licenciatura. ¿Por qué decidiste investigar sobre este tema?”

[0:47 p. m., 27/2/2023] Nazarena Torres: "La verdad es que siempre estuve muy enfocada a investigar y trabajar temas sobre la ruralidad misionera. Incluso en mis notas del diario apunto mucho a este sector. Cuando empecé a profundizar en la historia me encontré con este suceso que conocía poco y nada y fue eso lo que me llamó la atención. El hecho de haber tenido poca información sobre la masacre de Oberá durante mi etapa escolar, siendo yo justamente de Oberá.”

[0:47 p. m., 27/2/2023] Nazarena Torres: “Me pareció injusto que otros hechos similares se recuerden en el país y algo tan significativo para nosotros no sea ni siquiera enseñado en las escuelas y empecé mi investigación por allí. Para la tesis entrevisté a la autora del libro y es realmente increíble lo que tuvo que hacer para poder recrear lo que ocurrió. Se nos diluye entre los dedos la historia y no nos damos cuenta”.

Yo:"¿Qué te parece que ni siquiera la plaza lleva el nombre de Masacre de Oberá o haya alguna alusión a ella?”

[0:50 p. m., 27/2/2023] Nazarena Torres: “Empezando porque esa plaza debería conmemorar también con su nombre el hecho (opinión totalmente personal).  Hay diferentes plazas en Oberá que pudieran llamarse Malvinas y conmemorar a nuestros veteranos, pero solamente una, esa plaza en cuestión, es la que esconda los hechos atroces que se vivieron en esa época.”

 

Hacia el año 1994, en una de las paredes del edificio de la Seccional de Bomberos, se pintó un mural. Fue en el marco del segundo Encuentro de Muralistas del Nordeste Argentino, organizado por la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Misiones (UnaM). La pintura estaba sobre una pared lindante a la Terminal de ómnibus de la ciudad. Siempre muy transitada pero pocas veces percibida. La dejaron descolorarse, para finalmente y tras la excusa de renovar el espacio, la quitaron definitivamente.

Roberto Díaz, artista y docente fallecido, fue uno de los creadores del mural y hubo recordado :

“Cuando planteamos el tema en el encuentro nos dijeron que iba a ser difícil , que el terma era muy delicado y todas esas indirectas, las mismas personas mayores que organizaban el encuentro... se va a meter  en un tema difícil. Bueno, entonces eso fue el disparador para decir “hacemos esto”. En: Silvia A.Waskiewicz,2005, pág. 137)

Los reclamos por las explotaciones a los plantadores del agro, continúan. Al igual que en 1936 quienes más sufren son los pequeños colonos, dueños de pocas tierras de cultivo, quienes llevan sus productos a los dueños de secaderos o molinos. Las manifestaciones también, algunas de mayor resonancia que otras, como el tractorazo del 29 de mayo de 2001. Esta fue la primera movilización de tractores de Oberá. Siempre en reclamos por mejores pagos por el trabajo con la yerba mate. Esto dio origen al INYM ( Instituto Nacional de la Yerba Mate). Fueron 200 tractores que se instalaron frente a la casa de gobierno de Posadas, capital de la provincia.

La investigación de Silvia Andrea Waskievicz que devino en el libro La masacre de Oberá (2005), fue construida a partir de documentos, recortes de periódicos de la época, fuentes orales y testimonios, como ella lo afirma. El mutis impuesto no pudo continuar siendo silenciado. La mordaza empezó a desatarse a  partir del deseo de los descendientes por completar la historia, por conocer su identidad. Ha quedado en la  memoria eslava una canción cuya traducción sería: “...fuimos por  pan y nos dieron balas”. Esta es la historia de la plaza de mi ciudad.

Por Hilce Liliana Diaz 




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LA MASACRE DE OBERÁ, 1936.

La Masacre de Oberá, escrita por la historiadora misionera, licenciada Silvia Andrea Waskiewicz, describe los acontecimientos ocurridos en una manifestación de colonos y sus familias, el 15 de marzo del año 1936. El grupo de colonos se propuso marchar hacia el pueblo con la intención de protestar por el precio del tabaco, las restricciones de la Ley 12.236 y los abusos de almaceneros y acopiadores, pero fue reprimida por la policía local y un grupo de vecinos, en complicidad. El libro es el resultado de una larga investigación, considerada la más completa sobre la represión de colonos que protestaban sobre los precios de sus productos. En esta manifestación de descubre el velo sobre los vecinos implicados, el modus operandi de quienes pergeñaron tal masacre y las voces de quienes lo testimoniaron. Hombres y niños asesinados, mujeres violadas y viviendas saqueadas fue el resultado. La segunda edición del libro, publicada por la Editorial Universitaria de Misiones (2005), amplía la información basada en documentaciones con testimonios de sobrevivientes. De esta manera se enfrenta, como dice el Dr Fernando Jaume, con los “usos del olvido”, mecanismos de supresión de la memoria para inhibir que la sociedad tome conciencia de los hechos y sus causas. El libro está escrito de manera esclarecedora con minuciosidad y los avances de la narrativa se acompañan por la documentación investigativa.





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